QUÉ SON LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS
Los disruptores endocrinos (o EDCs, por sus siglas en inglés) son sustancias químicas que pueden interferir con nuestro sistema hormonal, según la Organización Mundial de la Salud.
Estas sustancias pueden ser de origen natural o artificial y tienen la capacidad de alterar el funcionamiento normal de nuestras hormonas, afectando tanto a seres humanos como a animales.
Las hormonas, como explicamos en capítulos anteriores, son mensajeros químicos producidos por las glándulas endocrinas y liberados en el torrente sanguíneo. Una vez en la sangre, viajan por el cuerpo hasta alcanzar las células, donde se acoplan a receptores específicos. Es como una llave (hormona) que encaja perfectamente en una cerradura (receptor). Es en ese momento cuando la célula recibe el mensaje y ajusta su comportamiento según la instrucción recibida.
Estas interacciones regulan procesos esenciales como el crecimiento, la reproducción, el metabolismo, el estado de ánimo, el apetito y la respuesta al estrés.
El problema surge cuando, en lugar de hormonas, son los disruptores endocrinos quienes ocupan estas cerraduras. Estos actúan como «llaves falsas» que interfieren con el funcionamiento normal de las hormonas.
Al ocupar o bloquear los receptores, evitan que las hormonas auténticas establezcan una comunicación eficaz, alterando funciones corporales que dependen de este intercambio.
Los efectos de la exposición a disruptores endocrinos pueden ser graves y duraderos, afectando el desarrollo, la reproducción y la salud en general.
Los disruptores artificiales incluyen productos químicos industriales, pesticidas, compuestos presentes en plásticos (como el bisfenol A, BPA) y productos de cuidado personal. Estos disruptores suelen ser más potentes y persistentes en el medio ambiente, lo que significa que sus efectos pueden ser más duraderos y serios.
Por otro lado, los disruptores naturales, como algunos fitoestrógenos presentes en plantas, pueden imitar la acción de las hormonas. Aunque generalmente se consideran menos potentes que los artificiales, en grandes cantidades o con una exposición prolongada, también pueden alterar el equilibrio hormonal y causar efectos adversos.
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