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El hierro es fundamental para el buen funcionamiento de la glándula tiroides y la producción de hormonas tiroideas. Este mineral es necesario tanto para la síntesis de hormonas tiroideas como para la conversión de T4 en T3, su forma activa. Además, el hierro es crucial para el transporte de oxígeno en la sangre, lo que asegura que las células de la glándula tiroides reciban suficiente oxígeno para funcionar correctamente. Una deficiencia de hierro puede llevar a problemas como el hipotiroidismo, desequilibrios metabólicos, fatiga, dificultad para concentrarse, caída del cabello y uñas quebradizas.

La relación entre el hierro y la tiroides es bidireccional. La deficiencia de hierro puede disminuir los niveles de T4 y T3 y aumentar los niveles de T3 reversa, mientras que el hipotiroidismo puede reducir los niveles de hierro debido a una mala absorción intestinal. Por lo tanto, es importante monitorear el perfil de hierro en pacientes con hipotiroidismo y asegurar una ingesta adecuada de este mineral.

Las principales fuentes de hierro en la dieta incluyen carne roja magra, aves de corral, pescado, legumbres y espinacas. Incorporar estos alimentos en la dieta ayuda a mantener niveles adecuados de hierro, promoviendo así la salud general y el equilibrio hormonal.

El zinc es un mineral esencial para la síntesis y el metabolismo de las hormonas tiroideas. Ayuda en la conversión de T4 a T3 y regula la síntesis de TSH (hormona estimulante de la tiroides).

Además, mejora la función inmunológica, lo cual es relevante para quienes padecen enfermedades autoinmunes como la tiroiditis de Hashimoto. El zinc tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que protegen la glándula tiroides del daño causado por el estrés oxidativo y la inflamación. Mantener niveles adecuados de zinc a través de la dieta es fundamental para el equilibrio hormonal y el funcionamiento adecuado de la tiroides.

Las fuentes dietéticas de zinc incluyen carne de res, pollo, mariscos (especialmente ostras), legumbres, nueces, semillas y productos lácteos.

El cobre es un mineral esencial que, aunque no está directamente involucrado en la síntesis de hormonas tiroideas, desempeña un papel crucial en los procesos metabólicos y enzimáticos necesarios para la salud de la tiroides. Ayuda a producir hormonas tiroideas regulando la enzima tirosinasa y es necesario para varias enzimas involucradas en el metabolismo y la producción de energía celular.

El cobre también actúa como un antioxidante, protegiendo las células de la glándula tiroides del daño causado por los radicales libres. Además, trabaja junto con otros nutrientes como el zinc y el hierro para regular procesos metabólicos y enzimáticos.

Es crucial mantener un equilibrio adecuado de cobre, ya que tanto la deficiencia como el exceso pueden tener efectos negativos en la salud. Las fuentes de cobre incluyen hígado de res, mariscos (ostras, almejas y cangrejo), nueces de Brasil, almendras, avellanas, semillas de girasol y calabaza, cereales integrales (quinoa, arroz integral y cebada), legumbres (garbanzos, lentejas y frijoles), vegetales de hoja verde (espinacas y acelgas), cacao y chocolate negro.