¿Qué FACTORES pueden perjudicar a tu tiroides y a la conversión de T4 en T3?
Disruptores Endocrinos
Dada la importancia y lo extenso del contenido, le hemos asignado una sección separada para abordarlo adecuadamente. Más información aquí.
Factores Genéticos
La predisposición genética puede influir en la eficiencia de la conversión de T4 a T3. Algunas personas pueden heredar variantes genéticas que afectan la actividad de las enzimas responsables de la conversión de la hormona tiroidea inactiva (T4) a su forma activa (T3).
Estas variaciones genéticas pueden contribuir a diferencias individuales en la función tiroidea y pueden influir en la propensión a trastornos tiroideos. Es importante destacar que además de la predisposición genética existen otros factores que pueden afectar la función tiroidea como la alimentación, el estilo de vida y las condiciones médicas.
Sedentarismo
Mantener un estilo de vida activo y practicar ejercicio regularmente no solo beneficia la salud en general, sino que también tiene efectos positivos en la función tiroidea. La evidencia respalda que la actividad física regular influye positivamente en la regulación hormonal, mejorando la eficiencia de la conversión de T4 a T3 y aumentando la sensibilidad a las hormonas tiroideas.
Sin embargo, el sedentarismo o la falta de actividad física pueden propiciar desequilibrios hormonales, afectando la eficiencia en la conversión de T4 a T3 y, a largo plazo, contribuyendo a problemas como el hipotiroidismo.
Es esencial tener en cuenta que la relación entre el ejercicio físico y la función tiroidea puede variar según el individuo y su estado de salud único.
Estrés
El estrés puede afectar a la tiroides de diversas maneras, especialmente en situaciones de estrés crónico o prolongado en el tiempo.
Cuando una persona experimenta tensión o estrés, el cuerpo responde liberando hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas pueden influir en la función de la tiroides al afectar la producción y regulación de las hormonas tiroideas (entre otras), así como en la conversión de la hormona tiroidea T4 a la forma activa T3.
El estrés también se ha asociado con el desarrollo o agravamiento de enfermedades autoinmunes, como la tiroiditis autoinmune (enfermedad de Hashimoto o enfermedad de Graves), donde el sistema inmunológico ataca la tiroides, afectando su función.
En algunos casos, el estrés crónico puede disminuir la producción de hormonas tiroideas, contribuyendo al desarrollo de hipotiroidismo. Además, puede desencadenar respuestas inflamatorias persistentes, interfiriendo con la función normal de la tiroides y contribuyendo a trastornos tiroideos.
Al mismo tiempo, es relevante señalar que el estrés también puede contribuir al aumento de peso o dificultar su pérdida. Cuando el cuerpo libera cortisol en situaciones de estrés, aumentan los niveles de glucosa en sangre como fuente de energía inmediata. Aunque esta respuesta es útil en situaciones de «huida», no está diseñada para mantenerse a largo plazo.
Es importante destacar que la relación entre el estrés y la tiroides varía entre las personas, y no todos experimentarán los mismos efectos. Sin embargo, gestionar el estrés de manera efectiva es beneficioso para la salud general y puede ayudar a prevenir o controlar problemas de tiroides, entre otros. Una buena manera de gestionarlo incluye técnicas como la meditación, el ejercicio y una buena calidad de sueño.
Déficit de sueño
El sueño desempeña un papel crucial en la regulación hormonal y en la salud en general y un déficit de sueño puede afectar diversos sistemas del cuerpo, incluida la tiroides. Aquí hay algunas maneras en las que el sueño o la falta de él pueden influir en la tiroides:
La privación del sueño puede afectar la producción y regulación de las hormonas tiroideas. Se ha observado que la falta de sueño puede llevar a una disminución en los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) y a cambios en los niveles de hormonas tiroideas T3 y T4.
La falta de sueño también puede conducir a una mayor resistencia a la insulina, lo cual se ha asociado con problemas en la regulación de las hormonas tiroideas.
El sueño juega un papel crucial en el mantenimiento de un sistema inmunológico saludable. La falta de sueño puede debilitar la respuesta inmunológica y aumentar el riesgo de trastornos autoinmunes de la tiroides, como la enfermedad de Hashimoto.
El ritmo circadiano es como el reloj interno de nuestro cuerpo. Es un ciclo natural que nos dice cuándo deberíamos estar despiertos y activos y cuándo deberíamos descansar y dormir. Este ciclo está influenciado por la luz y la oscuridad a lo largo del día. Cuando seguimos un buen ritmo circadiano, nuestro cuerpo funciona mejor.
Piensa en ello como seguir una especie de «ritmo de baile» natural entre estar despierto y dormir. Si desordenamos este baile al no dormir lo suficiente o al quedarnos despiertos hasta muy tarde, puede afectar la manera en que nuestra tiroides trabaja. Las hormonas tiroideas tienen su propio ritmo diario, y cuando alteramos nuestro ritmo circadiano, esto puede hacer que la tiroides no funcione tan bien como debería. ¡Es como intentar bailar fuera de ritmo!
Durante el sueño el cuerpo activa procesos vitales de “regeneración”, esenciales para la recuperación física y mental. Este periodo facilita la reparación celular, fortalece el sistema inmunológico y consolida la memoria. Respetar las horas de sueño y el ritmo circadiano no solo mejora la calidad del descanso, sino que también promueve una salud óptima y un rendimiento cognitivo más agudo en la vigilia.
Por lo general, el ser humano necesita entre 6 a 8 horas de sueño para mantener una actividad física adecuada. Sin embargo, en el caso del déficit de hormona tiroidea, podemos encontrar que, incluso con nueve o diez horas de sueño, la fatiga persiste. Esta desaceleración del metabolismo puede resultar en un sueño excesivo.
Por otro lado, en el hipertiroidismo, todo se acelera debido a niveles excesivos de hormona tiroidea que actúa como estimulante. En estos casos, se experimenta inquietud, ansiedad, palpitaciones cardíacas e insomnio.
Cabe destacar que también, dormir poco o tener una calidad de sueño deficiente puede afectar el peso corporal de diversas maneras. La falta de sueño desregula las hormonas del apetito, aumentando los niveles de grelina (hormona del hambre) y disminuyendo los de leptina (hormona de saciedad), lo que conduce a un aumento en la ingesta de alimentos, especialmente los menos saludables.
Además, la fatiga causada por la falta de sueño puede reducir la motivación para el ejercicio, contribuyendo a un estilo de vida sedentario. Estos cambios hormonales y de comportamiento pueden dificultar la pérdida de peso y aumentar la propensión al aumento de peso a largo plazo. Por lo tanto, mantener una rutina de sueño adecuada es esencial para favorecer un equilibrio hormonal y facilitar la adopción de hábitos saludables.